Así rezan la mayoría de titulares hoy en la totalidad de medios escritos y audiovisuales del país y gran parte del extranjero; simple, directo y más que nunca literal; una noticia que ha conmocionado al mundo.
Tranquila, cosmopolita y cada vez más urbana y poblada la ciudad se había convertido en una de las diez ciudades más pobladas del país y a pesar de no tener datos que lo corroboren, ésta es una de las causas probables de que tuviera lugar este desastre.
Catástrofe sin precedentes que ha sepultado bajo las frías aguas del Atlántico a toda una ciudad. El deshecho esqueleto de lo que antes fueron ilusiones y esperanzas de muchos, ahora se ha convertido en un mudo sarcófago hundido de cemento y metal, descanso para todas aquellas víctimas del inesperado suceso, que han encontrado su última morada a cientos de metros bajo el mar, eran las 03:45 de la pasada madrugada, y el comenzó el principio del fin para muchos.
Durante años los cimientos de arena, picón, ladera y barranco que formaban la orografía sobre la que una ciudad, que se asentaba sobre el mismo terreno que un día le ganó al mar y que enfurecido ha vuelto a reclamar, terminaron cediendo.
Durante mucho tiempo, se permitió una evolución cada vez más agresiva y voraz de la demografía social y constructiva, lo que además de la evidente industrialización del medio, ha llevado a que la ciudad se fuera hundiendo, poco a poco sobre sus pilares que, anegados por años de continuas filtraciones de agua marina, finalmente han flaqueado bajo la pesada carga hasta su punto de inflexión.
Años de avisos por parte de las mismas estructuras internas de la tierra han sido desoídos por las autoridades que finalmente mantenido que ceder ante la presión publica y reconocer el error de su inactividad y pasividad ante dichos síntomas. Durante años los vecinos de la ciudad fueron denunciando lo precario de las infraestructuras tanto públicas como privadas, que demostraban lo que en aquel momento no se veía venir, el completo desmoronamiento de la ciudad sobre el lecho marino. Muros que ceden ante las escasas lluvias que azotaban la ciudad, grietas en el pavimento que los obreros podían medir con sus propios brazos, puentes que ceden ante la fuerza de la naturaleza, el inexorable avance de un torrente que fluye a través de un barranco que la civilización a taponado, inundaciones de garajes que se encontraban bajo el nivel del mar e infinidad de datos más que ya no podrán ser enumerados porque de nada serviría y descansan bajo el manto azul del océano.
¿Y ahora?, … ¿es hora de buscar culpables, de consolar a las familias de los desaparecidos, llorarlos? ¿Conseguiremos olvidarlo … o al menos, superarlo? ¿Seremos capaces de aprender de alguna vez de los errores o seguiremos sufriendo nuestra propia necedad como termina ocurriendo en cada nueva ocasión?
Se hundió Las Palmas.
De ella apenas queda ya el recuerdo y como decían las viejillas del lugar, “más sufren los que se quedan que los que se van” …
Adiós Las Palmas; a sus calles, lomas y barrios, a playas y atascos, a sus paseos y palmeras, sus avenidas llenas de coches, a los inhiestos perros del parque, …
… ¡Adiós Las Palmas adiós!
Se hundió Las Palmas.
De ella apenas queda ya el recuerdo y como decían las viejillas del lugar, “más sufren los que se quedan que los que se van” …
Adiós Las Palmas; a sus calles, lomas y barrios, a playas y atascos, a sus paseos y palmeras, sus avenidas llenas de coches, a los inhiestos perros del parque, …
… ¡Adiós Las Palmas adiós!
Y adiós sobre todo, a tu gente, cuídala bien allí donde te las lleves, …
… ¡Adiós Las Palmas, adiós!
(Bienvenidos a ... "Relatos de lo inesperado" ... lo que es, será o podría ser ...)
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